Ante un nuevo aniversario del Día del Periodista
De Moreno a Walsh: nombres propios para asumir el desafío de un proyecto colectivo
Por Mariano Pacheco (*La luna con gatillo/Resumen Latinoamericano)
En un seminario sobre Rodolfo Walsh dictado por Viñas durante los primeros tiempos del menemato, David se refería a esos momentos como “los años cínicos”. Qué precisa definición para definir nuestros días. Cinismo de la tiranía macrista, cinismo del periodismo empresarial triunfante, cinismo del otro periodismo empresarial (¿derrotado?): el de las bellas almas progresistas, que funciona como un revés de los verdaderos derrotados por las corporaciones y la ineficiencia del Estado, primero, y la ofensiva sobre lo poco construido, después.
Cinismo y desazón parecen ser una buena pareja de conceptos para definir la época. Cinismo y desazón que no deja de estar presentes, también, en el oficio. ¿Qué es ser periodista hoy? ¿Cómo manejar las tensiones entre una pulsión por poner el ojo, la oreja y el cuerpo ante los problemas que cotidianamente nos asedian y la necesidad de comer, de generar un ingreso sin por eso perder la dignidad (¿o no luce indigno el salario que se cobra a fuerza de la autocensura, del tener que “comerse los mocos” ante jefes y propietarios de medios que cada día son más empresas multirubros al estilo Farmacity que espacios de información y opinión?).
Pero donde hay poder, hay resistencia. Casi siempre ha sido así, lo sabemos. Como también sabemos que no es posible de antemano saber lo que un cuerpo, singular o colectivo, puede. O lo que puede la bronca cuando al protestar deviene resistencia.
La resistencia en el campo social, pero también en el campo específico de la comunicación, se torna no sólo estrategia política sino también posición ética: siempre, aún en las perores condiciones, se puede resistir. Resistencia política, social, pero también comunicacional, cultural. Sin ir más lejos, podemos tomar el ejemplo de la historia reciente de la Argentina. Pongamos por caso desde el inicio del terrorismo de Estado para acá. Resistieron Walsh y la tropa de la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA) junto a la resistencia de los organismos de derechos humanos encabezados por las Madres de Plaza de Mayo y el movimiento obrero encabezado por cada resistente anónimo que a contrapelo de la burocracia sindical hacía trabajo a tristeza, ponía un caño, repartía un volante o pintaba una pared para intentar ponerle un freno al embate cívico-militar-empresarial del Proceso de Reorganización Nacional; resistieron a su manera la muchachada de la revista Punto de vista, revisitando la literatura nacional o escribiendo con pseudónimos para no aflojar con la posibilidad de no abandonar el país; resistieron los exiliados con las campañas de difusión de lo que pasaban en los chupaderos del país; resistieron las radios y canales de tv “truchos”, los fanzines, las revistas y folletos, los periódicos, los grupos de videos y luego los portales webs que fueron parte del torrente de resistencia social que fue proliferando en medio del entramado del Estado de Malestar, desde las ocupaciones de tierras para construir viviendas hasta la ocupación de rutas, calles y plazas de la patria para reclamar visibilidad y conquistar porciones de dignidad.
Resistieron quienes nunca dejaron de asumir su posición en la trinchera de resistencia cultural, que tuvo antecedentes nobles como la Gaceta de Buenos Aires impulsada por Mariano Moreno (el primer “desaparecido” de la historia nacional, según cierta mitología popular), cuyo primer número salió a las calles el 7 de junio de 1810, fecha y experiencia a la que debemos el Día del periodista que conmemoramos hoy, en medio de una coyuntura en donde no solo el oficio sino la patria entera se encuentra sumergida en la ignominia. La Gaceta, experiencia desde la que Moreno, entre otros, pensó para librar ciertas batallas de ideas, determinadas disputas de sentidos del proceso revolucionario en marcha.
Sin lugar a dudas otra de las empresas más destacadas del periodismo nacional ha sido el periódico CGT, órgano de la combativa y anti-burocrática CGT de los Argentinos dirigido por Rodolfo Walsh.
Cuentan que Walsh tenía sobre su escritorio los textos de Lenin sobre la prensa. No es un dato menor, si pensamos en el papel que el revolucionario ruso otorgaba al periodismo. Recordemos en que en su famoso libro ¿Qué hacer?, Vladimir planteaba que el periódico era un equivalente al andamio que los obreros utilizaban en un edificio construcción, “que señala sus contornos, facilita las relaciones entre los distintos constructores, les ayuda a distribuir el trabajo y a observar los resultados generales alcanzados por el trabajo organizado”. En otras palabras, el periódico como un “propagandista y un agitador colectivo”, según lo definió el jefe bolchevique.
Walsh comprende temprana y cabalmente que una publicación dirigida centralmente a obreros que integran una experiencia político-sindical de nuevo tipo, y sus adherentes (reales o potenciales), no puede pensarse solo desde los contenidos, sino que debe asumir el desafío de la integralidad del trabajo. Y por eso escucha a los obreros que comienzan a funcionar como “corresponsales populares”, a los dirigentes sindicales a quienes respeta porque “expresan el pensar y el sentir de las bases” y por eso también se pone a leer, a estudiar, a pensar y repensar la propia experiencia, pero también revisitar otras que lo antecedieron, como la de Lenin. De allí que piense en el contenido de las notas del periódico CGT, pero también en las imágenes, en el diseño, en la distribución y recepción. Algo que también Antonio Gramsci supo destacar tempranamente. “Tiene gran importancia el aspecto exterior de una revista, sea comercialmente, sea ideológicamente… Los factores son: página, diagramación, columnas, ampliación de las columnas, densidad de la columna, o sea el número de letra por línea, y el cuerpo de cada letra (largo de línea), la caja y la tinta (belleza de los títulos, nitidez de los caracteres debido al mayor o menor uso de la linotipia o de la tipografía, etc.)”. Por algo el comunista italiano resaltaba la importancia del periodismo en la construcción de una contrahegemonía que no relegue la labor cultural en el camino de la transformación social y la emancipación política. La función de “fuerza motriz” de las publicaciones para contribuir a gestar instituciones culturales, el aporte a introducir nuevos términos en el léxico político y enriquecer los heredados (“cada corriente cultural crea su lenguaje”), entre otras cuestiones, fueron parte de las “reflexiones carcelarias” de Nino, compiladas luego en Los intelectuales y la formación de la cultura, entre otros textos.
Volviendo a Walsh, y en clara cruzada contra las miradas conservadoras (aún de las “conservadoras de izquierda”, aunque suene a oxímoron) que idealizan el pasado como siempre-algo-mejor-que-el-presente, y a quienes sólo ven de las publicaciones el mero momento de publicación (valga la redundancia) y no los momentos de circulación y de resonancia de los textos, no podemos sino recordar las anotaciones de Walsh señalando que un libro (podríamos pensar aquí una nota, sea en revista, periódico o portal web) es “además del efecto que produce”, los “comentarios” que produce, la circulación en forma de ideas entre las cabezas más dinámicas de una determinada realidad social. Realidad social, por otra parte, que es el suelo sobre el que pueden edificarse las experiencias de contrainformación, las trincheras culturales. “¿Por qué fue posible la experiencia del periódico en CGT?, se preguntaba Walsh en 1972, en una entrevista para La opinión cultural en la que declaraba: “fue posible, pero no porque la inventara yo, sino porque los trabajadores argentinos se organizan en la CGT rebelde y ellos me dan a mí la oportunidad de poner mi instrumento a su servicio. Si ese canal no existe, a mi o a vos individualmente nos resulta imposible fabricarlo. De hecho, nuestros canales de comunicación con el pueblo están permanentemente obstruidos por el aparato cultural de la burguesía, que no deja correr ni un hilito”.
Mientras el hilo no se corte habrá que inventar modos de hacer correr el torrente de ideas críticas, de transmisión de las experiencias que en el aquí y ahora impugnan el orden establecido por los medios que seamos capaces de crear, como lo venimos haciendo desde hace años, las más de las veces sin dinero, con pocos recursos pero con mucho compromiso y voluntad.
Entre malarias y algunos momentos de satisfacción, el desafío siempre presente de contribuir desde la trinchera cultural una pequeña oleada a esa gran marea que no sabemos si vendrá, pero que con ejemplos como los de Moreno y Walsh no podemos más que anunciar, y contribuir a gestar.
Cinismo y desazón parecen ser una buena pareja de conceptos para definir la época. Cinismo y desazón que no deja de estar presentes, también, en el oficio. ¿Qué es ser periodista hoy? ¿Cómo manejar las tensiones entre una pulsión por poner el ojo, la oreja y el cuerpo ante los problemas que cotidianamente nos asedian y la necesidad de comer, de generar un ingreso sin por eso perder la dignidad (¿o no luce indigno el salario que se cobra a fuerza de la autocensura, del tener que “comerse los mocos” ante jefes y propietarios de medios que cada día son más empresas multirubros al estilo Farmacity que espacios de información y opinión?).
Pero donde hay poder, hay resistencia. Casi siempre ha sido así, lo sabemos. Como también sabemos que no es posible de antemano saber lo que un cuerpo, singular o colectivo, puede. O lo que puede la bronca cuando al protestar deviene resistencia.
La resistencia en el campo social, pero también en el campo específico de la comunicación, se torna no sólo estrategia política sino también posición ética: siempre, aún en las perores condiciones, se puede resistir. Resistencia política, social, pero también comunicacional, cultural. Sin ir más lejos, podemos tomar el ejemplo de la historia reciente de la Argentina. Pongamos por caso desde el inicio del terrorismo de Estado para acá. Resistieron Walsh y la tropa de la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA) junto a la resistencia de los organismos de derechos humanos encabezados por las Madres de Plaza de Mayo y el movimiento obrero encabezado por cada resistente anónimo que a contrapelo de la burocracia sindical hacía trabajo a tristeza, ponía un caño, repartía un volante o pintaba una pared para intentar ponerle un freno al embate cívico-militar-empresarial del Proceso de Reorganización Nacional; resistieron a su manera la muchachada de la revista Punto de vista, revisitando la literatura nacional o escribiendo con pseudónimos para no aflojar con la posibilidad de no abandonar el país; resistieron los exiliados con las campañas de difusión de lo que pasaban en los chupaderos del país; resistieron las radios y canales de tv “truchos”, los fanzines, las revistas y folletos, los periódicos, los grupos de videos y luego los portales webs que fueron parte del torrente de resistencia social que fue proliferando en medio del entramado del Estado de Malestar, desde las ocupaciones de tierras para construir viviendas hasta la ocupación de rutas, calles y plazas de la patria para reclamar visibilidad y conquistar porciones de dignidad.
Resistieron quienes nunca dejaron de asumir su posición en la trinchera de resistencia cultural, que tuvo antecedentes nobles como la Gaceta de Buenos Aires impulsada por Mariano Moreno (el primer “desaparecido” de la historia nacional, según cierta mitología popular), cuyo primer número salió a las calles el 7 de junio de 1810, fecha y experiencia a la que debemos el Día del periodista que conmemoramos hoy, en medio de una coyuntura en donde no solo el oficio sino la patria entera se encuentra sumergida en la ignominia. La Gaceta, experiencia desde la que Moreno, entre otros, pensó para librar ciertas batallas de ideas, determinadas disputas de sentidos del proceso revolucionario en marcha.
Sin lugar a dudas otra de las empresas más destacadas del periodismo nacional ha sido el periódico CGT, órgano de la combativa y anti-burocrática CGT de los Argentinos dirigido por Rodolfo Walsh.
Cuentan que Walsh tenía sobre su escritorio los textos de Lenin sobre la prensa. No es un dato menor, si pensamos en el papel que el revolucionario ruso otorgaba al periodismo. Recordemos en que en su famoso libro ¿Qué hacer?, Vladimir planteaba que el periódico era un equivalente al andamio que los obreros utilizaban en un edificio construcción, “que señala sus contornos, facilita las relaciones entre los distintos constructores, les ayuda a distribuir el trabajo y a observar los resultados generales alcanzados por el trabajo organizado”. En otras palabras, el periódico como un “propagandista y un agitador colectivo”, según lo definió el jefe bolchevique.
Walsh comprende temprana y cabalmente que una publicación dirigida centralmente a obreros que integran una experiencia político-sindical de nuevo tipo, y sus adherentes (reales o potenciales), no puede pensarse solo desde los contenidos, sino que debe asumir el desafío de la integralidad del trabajo. Y por eso escucha a los obreros que comienzan a funcionar como “corresponsales populares”, a los dirigentes sindicales a quienes respeta porque “expresan el pensar y el sentir de las bases” y por eso también se pone a leer, a estudiar, a pensar y repensar la propia experiencia, pero también revisitar otras que lo antecedieron, como la de Lenin. De allí que piense en el contenido de las notas del periódico CGT, pero también en las imágenes, en el diseño, en la distribución y recepción. Algo que también Antonio Gramsci supo destacar tempranamente. “Tiene gran importancia el aspecto exterior de una revista, sea comercialmente, sea ideológicamente… Los factores son: página, diagramación, columnas, ampliación de las columnas, densidad de la columna, o sea el número de letra por línea, y el cuerpo de cada letra (largo de línea), la caja y la tinta (belleza de los títulos, nitidez de los caracteres debido al mayor o menor uso de la linotipia o de la tipografía, etc.)”. Por algo el comunista italiano resaltaba la importancia del periodismo en la construcción de una contrahegemonía que no relegue la labor cultural en el camino de la transformación social y la emancipación política. La función de “fuerza motriz” de las publicaciones para contribuir a gestar instituciones culturales, el aporte a introducir nuevos términos en el léxico político y enriquecer los heredados (“cada corriente cultural crea su lenguaje”), entre otras cuestiones, fueron parte de las “reflexiones carcelarias” de Nino, compiladas luego en Los intelectuales y la formación de la cultura, entre otros textos.
Volviendo a Walsh, y en clara cruzada contra las miradas conservadoras (aún de las “conservadoras de izquierda”, aunque suene a oxímoron) que idealizan el pasado como siempre-algo-mejor-que-el-presente, y a quienes sólo ven de las publicaciones el mero momento de publicación (valga la redundancia) y no los momentos de circulación y de resonancia de los textos, no podemos sino recordar las anotaciones de Walsh señalando que un libro (podríamos pensar aquí una nota, sea en revista, periódico o portal web) es “además del efecto que produce”, los “comentarios” que produce, la circulación en forma de ideas entre las cabezas más dinámicas de una determinada realidad social. Realidad social, por otra parte, que es el suelo sobre el que pueden edificarse las experiencias de contrainformación, las trincheras culturales. “¿Por qué fue posible la experiencia del periódico en CGT?, se preguntaba Walsh en 1972, en una entrevista para La opinión cultural en la que declaraba: “fue posible, pero no porque la inventara yo, sino porque los trabajadores argentinos se organizan en la CGT rebelde y ellos me dan a mí la oportunidad de poner mi instrumento a su servicio. Si ese canal no existe, a mi o a vos individualmente nos resulta imposible fabricarlo. De hecho, nuestros canales de comunicación con el pueblo están permanentemente obstruidos por el aparato cultural de la burguesía, que no deja correr ni un hilito”.
Mientras el hilo no se corte habrá que inventar modos de hacer correr el torrente de ideas críticas, de transmisión de las experiencias que en el aquí y ahora impugnan el orden establecido por los medios que seamos capaces de crear, como lo venimos haciendo desde hace años, las más de las veces sin dinero, con pocos recursos pero con mucho compromiso y voluntad.
Entre malarias y algunos momentos de satisfacción, el desafío siempre presente de contribuir desde la trinchera cultural una pequeña oleada a esa gran marea que no sabemos si vendrá, pero que con ejemplos como los de Moreno y Walsh no podemos más que anunciar, y contribuir a gestar.
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La luna con gatillo: una crítica política de la cultura. Coordinación
Resistir y Luchar junto a Resumen Latinoamericano, Revista Venceremos y
F.M Riachuelo.
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