lunes, 30 de octubre de 2017

De los montoneros a los anarquistas.


Entrevista a Roberto Cirilo Perdía


 Por Mariano Pacheco




“Hay todo un trabajo de limpieza histórica que es necesario realizar”, dice Roberto Cirilo Perdía para referirse a la investigación que han realizado junto al historiador Horacio Ricardo Silva para escribir Trienio en rojo y negro. La semana trágica, las huelgas de la Patagonia, la lucha de los trabajadores de La Forestal y los anarquistas. El libro cuenta con prólogo de Osvaldo Bayer y fue publicado este año por Editorial Planeta, allí abordan tres importantes rebeliones de los años 1919-1921 protagonizadas por trabajadores y militantes anarquistas: “La Semana trágica”, “La Forestal” y “La Patagonia rebelde”.

El libro se ha presentado ya en numerosos sitios del país (entre ellos Córdoba, donde realizamos esta conversación con el ex comandante montonero) y, por lo general, se introducen las charlas-debate con el video “La forestal” (realizado por el Centro de Producción Audiovisual de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata para acompañar la salida del libro) que puede verse de manera gratuita accediendo al siguiente link:






Espectros libertarios


En una nota preliminar al libro, Perdía (“el Pelado”, como lo llaman en la militancia) cuenta la ligazón sentimental y biográfica que lo liga con el tema más allá de las cuestiones políticas. Cuenta que fue por el cura Charles de Foucauld (autor de Diálogo entre marxistas y cristianos) por quien entró al monte en el norte santafesino hace ya décadas. También cuenta que como abogado pudo defender hacheros en la “justicia tribunalicia” pero también contribuir a la organización sindical de aquellos condenados de la tierra. Allí, en esos andares por el monte, conoció las historias de La Forestal recuperadas en esta publicación. Antes, Perdía había sido trabajador bancario y participado de la emblemática huelga de 1959; después, fue uno de los fundadores de la organización político-militar peronista Montoneros, de la que llegó a ser uno de sus máximos dirigentes.

Antes de comenzar el diálogo, este cronista lee a Perdía una frase escrita por David Viñas en su libro De los montoneros a los anarquistas: “en forma simbólica, los anarquistas vengan a los montoneros. Es que a lo largo de un circuito de cincuenta años, los verdugos de la élite empiezan a convertirse en víctimas y su agresividad expansiva en sobreviviencia y repliegue”.



 ¿Qué hace un ex comandante montonero escribiendo sobre el anarquismo?



Yo creo que hay un constante ir y venir entre anarquistas y montoneros, aunque parezca mentira. Pero si uno repara en los colores: el rojo y el negro son los colores con los que se identificaron muchas luchas; y no en un país sino en muchos del continente: la revolución sandinista en Nicaragua, en México también, cuando se realizaba una huelga -por ejemplo- los medios de comunicación no decían ´comenzó la huelga´ sino ´se izó la bandera roja y negra´ porque en todas las grandes fábricas había un mástil con una bandera y los huelguistas izaban la roja y negra a modo de señal del inicio de una medida de fuerza. Y en Argentina no sólo tenemos a los anarquistas que se identificaron con esos colores sino también nosotros (las organizaciones populares vinculadas a Montoneros) en la década de los 70 usamos brazaletes rojos y negros. Y si uno toma lo que dice Viñas, que los anarquistas llevaron adelante una suerte de venganza sobre las montoneras derrotadas en el siglo XIX, puede pensarse que también los montoneros de los años '70 hicimos una recuperación histórica de lo que pasó con los anarquistas en la década del '20 en Argentina.

Esto podríamos ligarlo con otra pregunta: ¿cómo es que esos movimientos sociales del momento toman al anarquismo en medio de lo que sería la lucha del gauchaje de criollos? Y ahí tenemos algo que dijo de un modo irónico, desafiante, el viejo Rodolfo Puigross (que fue rector de la Universidad de Buenos Aires en la década del '70 y llegó a reconocerse como militante montonero): eso de que no eran cinco los modos de producción, como dicen los clásicos, sino seis, porque acá teníamos el modo de producción gauchesco. No fueron pocos años en que los gauchos permanecieron en estas tierras con ese ideario: son 200 años por lo menos en la zona pampeana; vivían a la intemperie, aprovechando el buen clima, el acceso al agua y alimentos a la mano. Y esa práctica libertaria después choca con el proyecto de la generación del '80, con Sarmiento a la cabeza, que trae el alambrado y esa frase brutal: “alambren, bárbaros”. Frase con la cual le daba una forma efectiva a la propiedad privada incorporada en la Constitución de 1853 y que esa generación se dedicó a instaurar a sangre y fuego en todo el país. Esa práctica libertaria del gauchaje, entonces, permite que luego, cuando lleguen los inmigrantes con sus ideas libertarias de Europa, rápidamente arraigue en los sectores sociales más combativos de la época. Entonces, algo que parece al principio tan raro en realidad no lo es. Quienes pensamos el futuro tenemos que tratar de ver cómo fueron los procesos en el pasado para aprender de ellos, lo bueno y lo malo, para sacar algunas líneas, directrices sobre las cuales poder avanzar hoy. Algo de eso pasa también en la actualidad. Yo no sé cuánto tendrán o no de anarquistas las luchas actuales pero seguro que lo que anima a las militancias más duras, más aguerridas, son esos valores que vienen de aquellas épocas. No olvidemos que en el 5° Congreso de la FORA se aprueba el “pacto de solidaridad” por el cual cuando una fábrica entraba en conflicto las demás estaban obligadas a acompañarlas. Eso me recuerda situaciones de la actualidad y del pasado reciente, como fue el caso de Kosteki y Santillán, ese gesto de incluso dar al vida por el compañero que está al lado. Y me hace acordar también la importancia de rescatar esos valores si de verdad queremos llevar adelante esos cambios que soñamos…



 ¿El libro se encuadra en ese ideario entonces?



Sí: creo que hay toda una tarea de limpieza histórica que está pendiente. Hace poco me acuerdo que fuimos a Villa Ocampo, un pueblito en la ruta 11 donde fue la Marcha del Hambre, y a la actividad fueron muchos pibes de un profesorado. Al terminar la actividad, charlando en la puerta, algunos docentes me preguntaban: ¿pero qué podemos hacer nosotros acá? Justo levanto la vista en ese momento y veo que un cartel gigante decía: “Instituto General Obligado”. Entonces les digo: “ahí tienen, empiecen por cambiarle el nombre a este lugar”. Toda la política, la cultura actual y la histórica, están plagadas de nombres y procesos vinculados a la entrega y la traición. La Constitución del '53, asentada sobre un genocidio, es hija de una derrota y una traición. De la derrota del Congreso de Panamá de 1826 que debía declarar la unidad de América, con un poder y un ejército único, como lo quería Bolívar y que fracasó. Y de ese fracaso nacen esos 13 Estados de América del Sud y sus constituciones, como la nuestra, que con la excepción de ese período de 1949 a 1955, sigue vigente hasta el día de hoy. Constitución que tiene dos o tres cosas  fundamentales, que si no las tiramos por la borda no tenemos salida. Constitución que defiende, por ejemplo, la propiedad privada inviolable. Y recuerdo ahora algo que dijo un hombre en Bolivia cuando estaba asumiendo la presidencia Evo Morales. Dijo: “dos siglos de República no pueden ocultar miles de años de vida anterior”. Y en esos miles de años  anteriores: ¿existía la propiedad privada? No, la propiedad privada es hija de ese proceso de fracaso y también de derrota, porque masacraron a los indios y a los negros que habían regado con su sangre las tierras del continente para su independencia política. Y recuerdo ahora también una frase de Hugo Chávez cuando asumió la presidencia de Venezuela: “juro por esta moribunda Constitución”. Y lo hizo realidad. No se trata de reformar la Constitución sino de tirarla abajo y hacer otra cosa. Porque si no golpeamos al sistema, a su núcleo duro, no tenemos futuro. Vamos a seguir con gobernantes unos un poquito más acá, otros más allá, pero transformaciones de fondo no vamos a conquistar. Esto lo digo en función de pensar la profundidad de los problemas que tenemos y los modos de abordarlos. Y el tema constitucional es clave. Recuerdo que hace unos años fuimos con Vicente Zito Lema a Bariloche, a defender a unos pibes que estaban presos por atacar un supermercado. Y luego de largas horas el Juez nos dice: “¿sabe qué pasa? No los puedo dejar en libertad, porque violaron la propiedad privada”. Entonces tengamos presente estas cosas porque esta nueva resistencia que estamos construyendo, larga y difícil por cierto, nos vamos a topar, como ya nos venimos topando, con este tipo de cosas.



La entrevista abierta realizada a Roberto Perdía en el marco del Capítulo Córdoba de las Cátedras Bolivarianas, se puede escuchar acá:





*LA LUNA CON GATILLO: Una crítica política de la cultura
Jueves de 19 a 20.30 horas en vivo por Radio Eterogenia (www.eterogenia.com.ar), la radio del Centro Cultural España Córdoba.
Fanzine digital de actualización diaria: https://lepondregatilloalaluna.blogspot.com.ar


miércoles, 25 de octubre de 2017

La lucha de las mujeres kurdas en La luna con gatillo

Un nuevo paradigma de liberación: "la lucha de la liberación de la sociedad es la lucha por la liberación de las mujeres"


En esta nueva emisión de la columna de géneros, convidando fragmentos de lo que fue la visita de dos militantes del Movimiento de Mujeres del Kurdistán al Espacio Social Karakol de la Federación de Organizaciones de Base, Anabella Antonelli reconstruye este nuevo paradigma de liberación: el inicio de la lucha de las mujeres, el proceso de transformación ideológica y la disputa hacia adentro del movimiento en un contexto de guerra. 
¿Qué tiene para enseñarnos el movimiento de mujeres kurdas en la tarea de construir nuevos mundos regidos por otras lógicas de construcción de poder?
Escuchá acá la columna completa:




LA LUNA CON GATILLO se emite todos los Jueves de 19 a 20:30 hs por radio Eterogenia, la radio del Centro Cultural España Córdoba.

CONDUCCIÓN Y PRODUCCIÓN GENERAL: Mariano Pacheco.
OPERACIÓN TÉCNICA: Andrés Nicotra.
GRÁFICAS Y DISEÑO: Florencia Longo.  
REDES SOCIALES, BLOG Y COBERTURAS: Iván Garzón, Marisa Emilia y Germán Simón.

lunes, 23 de octubre de 2017

Entrevista a Anto Giuso

La lucha de los estudiantes de secundarios en La luna con gatillo


Jueves 19 de octubre

Anto Giuso, militante de la OLP-Simón Bolívar
Entrevista telefónica a Anto Giuso, militante de la OLP - Simón Bolívar, referente de la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB) de Buenos Aires que realizaron una movilización desde el Palacio Pizzurno hasta Plaza de Mayo contra las reformas (anti) educativas del macrismo, contra el patriarcado y por la aparición con vida de Santiago Maldonado. 
Escuchá acá la entrevista completa:



LA LUNA CON GATILLO se emite todos los Jueves de 19 a 20:30 hs por radio Eterogenia, la radio del Centro Cultural España Córdoba.

CONDUCCIÓN Y PRODUCCIÓN GENERAL: Mariano Pacheco.
OPERACIÓN TÉCNICA: Andrés Nicotra.
GRÁFICAS Y DISEÑO: Florencia Longo.  
REDES SOCIALES, BLOG Y COBERTURAS: Iván Garzón, Marisa Emilia y Germán Simón.

domingo, 22 de octubre de 2017

SANTIAGO MALDONADO: EL PIBE QUE PUSO El CUERPO, Y SE PUSO EN EL LUGAR DEL OTRO


De Kosteki y Santillán a Ferreyra y Maldonado


Por Mariano Pacheco, @PachecoenMarcha
(La luna con gatillo/Resumen Latinoamericano)

La bronca popular ante los crímenes de Estado y también, la expansión horizontal de microfascismos promovidos verticalmente por los mass media.



En ese golpe bajo, en la bajez
de esa mofleta, en el disfraz
ambiguo de ese buitre, la zeta de
esas azaleas, encendidas, en esa obscuridad
Hay Cadáveres
Néstor Perlongher, “Cadáveres”


Como Darío Santillán en junio de 2002, tendiendo una mano a Maximiliano Kosteki herido de muerte; como Mariano Ferreyra en octubre de 2010, tendiendo una mano solidaria a los trabajadores precarizados del ferrocarri Roca, también Santiago Maldonado se caracterizó por ejecutar en ese gesto que trasciende la solidaridad y se transforma en una actualización de lo más humano que tenemos como seres humanos: la capacidad de sentir en lo más hondo cualquier injusticia, cometida contra cualquiera en cualquier lugar del mundo, como supo remarcar el Comandante Nuestroamericano Ernesto Che Guevara hace poco más de medio siglo atrás. Santiago puso el cuerpo junto a la comunidad mapuche de Pu Lof, no sólo se solidarizó con ellos: se puso en su lugar. Sintió el lugar del otro transformado en Otro absoluto por el poder que domina las instituciones del país, y se expande horizontalmente con sus ideas y valores por el cuerpo social (el “micro-gatismo”, según supieron decir desde el colectivo Juguetes perdidos en un reciente posteo de Facebook); ese microfascismo que tanto hemos visto proliferar en los últimos años, incluso entre trabajadores y sectores populares, que miran con indiferencia la situación, o incluso se identifican con sus dominadores, aquellos que nos explotan y tratan a cada instante de des-humanizarnos.
“Esta zona de angustia era la consecuencia del sufrimiento de los hombres. Y como una nube de gas venenoso se trasladaba pesadamente de un punto a otro, entrando en murallas y atravesando los edificios, sin perder su forma plana y horizontal; angustia de dos dimensiones que guillotinando gargantas dejaba en éstas un regusto de sollozo”. Como Erdosain, el personaje de Los siete locos de Roberto Arlt, muchos sentimos el jueves “las primeras náuseas de la pena” al enterarnos aquello que se sospechaba: que el cuerpo “plantado” en aquél río de Chubut era el de Santiago Maldonado. Pena porque otra vez sangre joven regaba los ríos de la patria (esta, nuestra patria, la que no tiene pruritos a la hora de afirmar que es la de quienes la habitamos y la construimos, y eso incluye Mapuches y tantos pueblos que precedieron a la Argentina, pero también bolivianos y peruanos, senegaleses y quien sea que se plante en estas tierras); pena porque otra vez, “en la provincia donde no se dice la verdad” (como supo señalar Néstor Perlongher en su poema citado a modo de epígrafe, y al que podríamos agregar, en “el país en el que no se dice la verdad”), hay cadáveres. Pero también bronca por otro asesinato perpetrado por el Estado contra un joven de nuestro pueblo (esta vez un joven trabajador de la economía popular). Bronca y furia además, por haber tenido que escuchar dichos asquerosos de personajes repugnantes como Elisa Carrió (que comparó el cadáver de Santiago con el de Walt Disney); furia por los operadores del periodismo canalla (“el terrorismo mediático”) que se apresuraron en deslindar responsabilidades del Estado y poner en el lugar de victimarios a las víctimas que se salieron de ese lugar en el momento mismo en que decidieron emprender la lucha (la que cultivó la amistad de Santiago Maldonado); furia por el oportunismo bien-pensante del progresismo ramplón, que se auto-adjudicó el lugar de representación de la bronca popular. Y tristeza nuevamente por ver cómo el dispositivo de la representación electoral (parlamentarismo que subordina la política al Estado y encuentra en el momento electoral la síntesis entre el pueblo y sus organizaciones partidarias) nos separa de lo que podemos, de nuestras potencias plebeyas para cuestionar lo dado. Tristeza conjurada por la bronca que se transforma en protesta y se ve atravesada por el deseo de resistencia, es decir, de revolución. Y alegría de sabernos, miles (aunque no tantos miles como nos gustaría, miles al fin y al cabo), miles de almas dispuestas a salir a las calles para honrar ese gesto que es ejemplo y reclama ser multiplicado: el de ponerse en el lugar del otro, el de poner el cuerpo (cuerpo que no es solo acción sino también pensamiento y sentimiento) para dejar de ser aquello que hicieron, que están haciendo de nosotros.