SEMANA GUEVARA DE LA LUNA CON GATILLO. SEGUNDA
ENTREGA
Por Mariano Pacheco
“La lectura funciona como un modelo general de
construcción del sentido”
Ricardo Piglia
En su ensayo titulado “Ernesto Guevara, rastros de
lectura”, publicado en su libro El último lector, Ricardo Piglia arroja
una hipótesis que quisiéramos rescatar aquí, un poco en homenaje al Che, y otro
poco a ese lúcido lector, escritor y militante del pensamiento crítico que fue
el propio Piglia. La hipótesis en cuestión, presente en el texto mencionado que
recomendamos leer, sostiene que hay, en la vida de Guevara, una “serie de larga
duración” que recorre su existencia más allá de los cambios bruscos, las
metamorfosis, las transformaciones: una persistencia, la lectura.
LA LECTURA
La lectura como serie de larga duración es
propuesta en este ensayo a partir de cinco escenas de lectura. La primera es la
de “Ernestito”: junto a su madre en su casa, el niño aprende a leer en una
escena privada que le imponen sus condiciones adversas de salud. La segunda es
la de “Ernesto”, el joven que le escribe a su padre en una carta del 21 de
enero de 1947: tengo doscientos de sueldo y casa, de modo que mis gastos son en
comer y comprar libros con que distraerme. La tercera es en el momento de
transición hacia ser el Che, o más bien, el momento en que Ernesto pasa a ser
el Che. Guevara, escribe Piglia, es alguien “que encuentra en una escena leída
un modelo ético, un modelo de conducta, la forma pura de la experiencia”. Y
para ejemplificar lo que escribe Piglia recuerda que en sus Pasajes de la
guerra revolucionaria el Che cuenta que en un momento en que cree que va a
morir recuerda “Hacer un fuego”, cuento de Jack London en donde un personaje
se dispone a morir con dignidad cuando descubre que se encuentra ya frente al
final. “Se trata de un momento de gran condensación” insiste Piglia, quien da
cuenta del quijotismo de Guevara: “la vida se completa con un sentido que se
toma de lo que se ha leído” (sus compañeros de la lucha en Sierra maestra
recuerdan que él se tendía a leer cuando en una pausa todos se tiraban a
dormir). La cuarta escena pertenece al Congo cuando Guevara escribe en su
diario de la guerrilla: el hecho de que me escape para leer, huyendo así de
los problemas cotidianos, tendía a alejarme del contacto con los hombres (la
lectura como adicción, junto con el tabaco). La quinta escena, finalmente (la
más conocida), remite a la famosa fotografía de Guevara en Bolivia sentado en
la rama de un árbol, leyendo. “Guevara lee al interior de una experiencia, hace
una pausa” relata Piglia, quien recuerda que Régis Debray contó que la primera
caída del grupo guerrillero en Bolivia fue una pequeña biblioteca que habían
montado en una gruta junto con una reserva de víveres. De allí el contraste que
señala Piglia: mientras el principio de la guerrilla presupone movilidad (y por
lo tanto liviandad), Guevara marcha con el peso de sus libros y el portafolios
donde guarda el diario de campaña que va escribiendo. Imagen que abre la puerta
a la serie de la escritura.
LA ESCRITURA
De la mano de lectura entonces, la escritura… y
los viajes.
Piglia da cuenta de un fenómeno: Guevara empieza
por escribir informes de lo que ha leído, luego cartas a sus familiares
(porque se encuentra lejos viajando) y los diarios de sus recorridos. “Entre
1945 y 1967 escribe un diario: el diario de los viajes que hace de joven cuando
recorre América, el diario de la campaña en Sierra Maestra, el diario de la
campaña del Congo, el diario de Bolivia” escribe Piglia, quien recuerda la
aspiración del joven Guevara por ser escritor (en aquel tiempo yo pensaba que
ser un escritor era el máximo título al que se podía aspirar, escribió a
Ernesto Sábato tras el triunfo de la revolución en Cuba). Pero primero una
intuición: para escribir hay primero que viajar, tener una experiencia para
luego poder escribirla. “Hay que convertirse en escritor fuera del circuito de
la literatura. Sólo los libros y la vida. Ir a la vida (con los libros en la
mochila) y volver para escribir (si se puede volver)” relata Piglia que a su
vez subraya: “el Guevara que va al camino y escribe un diario no se puede
asimilar ni al turista ni al viajero en el sentido clásico. Se trata, antes que
nada, de un intento de definir la identidad; el sujeto se construye en el
viaje; viaja para transformarse en otro”.
Pasaje de un sujeto a otro que puede rastrearse
siguiendo el itinerario de sus primeros viajes: ajeno al turismo y al dinero,
convive con la pobreza, descubre nuevas lecturas, “lee” ciertos tipos sociales
(linyera, desclazado, marginal, leproso, pero también minero, campesino,
indígena sudamericano). “El viaje se convierte en una experiencia médico-social
que confirma lo que se ha leído o, mejor aún, que exige un cambio en el
registro de las lecturas para descifrar el sentido de los síntomas”, remata
Piglia.
Ernesto lector, entonces; y Guevara escritor
rescatado por el autor de Respiración artificial, quien no aborda en “Rastros
de lectura” los textos de análisis escritos por el Che; textos que dan cuenta asimismo
de una preocupación que va desde la lectura de textos de literatura como un
modo de amplificar la capacidad de imaginación hasta la escritura de la propia
experiencia, pasando por la reflexión crítica sobre el mundo que se habita, las
luchas que se libran por transformarlo y los desafíos del mundo nuevo que se
pretende construir. Ernesto Che Guevara también, entonces, como hacedor del
pensamiento crítico latinoamericano, cuyos textos no pueden sino ser sumados a
las bibliotecas construidas o por construir, armas de la crítica fundamentales
para cuestionar lo dado.
*LA LUNA CON GATILLO: Una crítica política de la cultura
Jueves de 19 a 20.30 horas en vivo por Radio Eterogenia (www.eterogenia.com.ar), la radio del Centro Cultural España Córdoba.
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