“No hay nada más material que un sueño”
Reseña de Mariano Pacheco:
“La historia es un constante devenir”, dice Vicente Zito Lema
sobre el escenario del teatro de la Ciudad de las Artes de la capital
cordobesa. Y también: “la poesía es el único lenguaje digno para hablar de la
muerte”. En su función de relator Zito Lema interviene en varios tramos de Eva Perón resucitada en los tiempos del rencor,
obra de su autoría que dirige desde hace un año y que ya tuvo varias
presentaciones en las ciudades de Buenos Aires y Mar del Plata. Con la
actuación de Nara Carreira interpretando a Eva, la obra cuenta con dos músicos
en escena (Federico Olschansky en clarinete y Gabriel Lamberghini en bandoneón,
a quienes se sumó un músico cordobés en guitarra) y un cuerpo de veinte mujeres
en escena en función de coro (que en la ocasión sumó a todas artistas de la
provincia). “Aún se habla de Eva con rencor”, puede escucharse en boca del coro
que logra una mixtura entre lo clásico y lo contemporáneo.
Eva la puta, la bastarda, la que merecía el sufrimiento.
“¿Qué no dijeron de mí?”, se pregunta Evita arriba de un tacho de YPF. “Las
bocas del rencor prohibieron hasta mi nombre”. Eva la humillada. Un rencor sin
límite ni fin.
El relator inscribe la violencia antiperonista en una serie
larga de la historia nacional y latinoamericana: desde Tupac Amaru hasta
Kosteki y Santillán, pasando por los fusilamientos de Manuel Dorrego, los de
José León Suárez y los de Trelew, o los bombardeos a Plaza de Mayo, e incluso
traspasando tiempos histórico-concretos para plantear al rencor como la más
“feroz e implacable” pasión humana.
La Evita de Vicente “va de culo” con la Eva Perón oficial, la
de las placas y las ceremonias, la de los cuadros de señora con rodete.
Inscripta en la larga serie de la literatura nacional (que va desde la
innombrable mujer de Rodolfo Walsh hasta el personaje histórico-novelado de
Tomás Eloy Martínez, pasando por la irreverente Eva travesti-punk de Copi y
Néstor Perlongher), esta Evita es la de sonrisa y pelo suelto, la que despierta
pasiones tan fuertes que llevan a otros seres humanos a festejar su cáncer y
secuestrar-mutilar su cadáver; pero también la que logra despertar gestos de
amor extremo. Como el del propio Zito Lema que no sólo dedicó unas palabras
finales a Santiago Maldonado cuando en medio de los aplausos alguien gritó:
“Dónde está Santiago Maldonado?”, sino que también dedicó silencios en medio de
una extensa caminata previa a la puesta en escena de la obra, cuando participó
de la movilización realizada en Córdoba para reclamar la aparición con vida del
joven artesano detenido-desaparecido por la Gendarmería Nacional en Chubut,
cuando se solidarizaba con la lucha emprendida por el pueblo mapuche de la Patagonia.
Alguna vez Vicente me contó que el primer texto que escribió
fue cuando estaba en los primeros años de la escuela primaria: un poema para un
concurso escolar. Comenzó bien sus andanzas por la escritura porque obtuvo el
primer premio: una bicicleta que le entregó la propia Eva Perón. Aquella vez,
en un homenaje a Eva realizado en un centro comunitario de una organización
territorial, Zito Lema comentó al pasar: “tal vez de allí mi enamoramiento de
Evita, y mi fastidio por Perón”. Sus palabras dan cuenta del trasfondo artístico
de una creación pero también del drama de toda una generación. Drama que en
esta obra seguramente exprese su punto más alto cuando Vicente el relator abra
una carpeta con viejos papeles y recite su poema “Hablar de Eva”. Zito Lema lee
y se pregunta desde dónde hablar de Eva. Pregunta que queda retumbando en los
oídos de todos nosotros, si queremos dejar de ser espectadores de una obra para
pasar a ser protagonistas de una historia.
Comentario de un espectador (el compañero Damián Lobos):
Cuando
me topé con la propuesta de Eva Perón resucitada en los tiempos del
rencor de algún modo me hice la idea de estar frente a un nuevo
ejercicio de revisionismo metafísico y ahistórico como el Borges y Perón de
Víctor Laplace; o el posmoderno, neurótico y dubitativo Belgrano de Sebastián
Pivotti; o el arquetipo de evocación violenta y fatal que hace Sarmiento al
cuerpo sacudido de polvo y sangre de Quiroga. Todas ellas formas racionalizadas
de comprensión de la historia y de la subjetividad de sus “sujetos ilustres”.
Para mi enorme sorpresa encontré en la Evita de Vicente no una búsqueda de
reflexión a partir de mensajes esquivos y de la explicitación de sus
contradicciones, y mucho menos un llamado para indagar en la naturaleza
campesina, bárbara, mujer y proletaria con fantasías fascistas de violador y
explotador. Todo lo contrario, la Eva de Zito Lema no es un espectro que va y
viene en el tiempo y entre los acontecimientos, que los explica y los
complejiza. Su Eva no es una persona como cualquiera de nosotros. El sueño de
Zito Lema es en realidad un llamado urgente contra el desconcierto y la
banalización en la cual nos encontramos inmersos. Es una canción a destiempo,
para otra generación, con otros códigos y otros sonidos, haciendo uso de la
estética magnánima de la modernidad del siglo XX. En mi infancia conocí, desde
el cuerpo y la palabra de mis padres, a la misma mujer, pobre, trabajadora,
humilde, luchadora a la cual Vicente se pregunta cómo hablarle. Durante mis
primeros años de vida el conflicto de clases me fue siempre expresado como una
cuestión religiosa, como una cruzada contra la maldad de los explotadores,
contra la violencia cotidiana. En casa de mis viejos el cuadro de Evita siempre
tuvo la misma presencia y estela que un crucifijo, que una estampita, que una
imagen de la virgen. Es por ello que la evocación trascendental y religiosa a
Eva que hace Vicente habla desde un lugar que me es muy cercano e íntimo (la
mesa de la cena en mi casa, las tardes en los playones de la ría, los
atardeceres eternos de la Patagonia y los viajes en auto “con olor a auto”
cruzando los desiertos llenos de gentes y de historias). Esta es la Eva que el
sueño de Vicente nos trae. Una Evita soñada desde la poesía y el amor que ella
imprimió en él en su infancia. Un soneto de un enamorado a su enamorada. Una
Eva sola (sin Perón). Soñada no para cuestionarla sino para escucharla una
vez más; para volver a la vida su pensamiento, su impronta, su presencia. Y con
ello para hacer consciente al rencor como el peor y más atroz de los males de
nuestro pueblo. La oposición entre amor y rencor que plantea la obra no permite
dejar indiferente a nadie en la sala. Ante la reconstrucción de viejos
artilugios retóricos que demonizan para des-demonizar, el exceso de imágenes y
palabras que no llevan a los corazones y a los cuerpos a ningún lado, al rencor
disfrazado de racionalismo económico, volver al pensamiento binario y
dialéctico de Eva es una cachetada a la intelectualidad y al institucionalismo
berreta de algunos-muchos. Amor descarnado, consiente, duro, recto; amor que
proviene de un profundo sentimiento de clase, de una profunda conciencia de
opresión, del dolor ajeno en la violencia de los que más tienen hacia los
trabajadores. Rencor desquiciado, violento, absurdo, desproporcionado; rencor a
la belleza y a la verdad; rencor que es miedo y feroz autodefensa de los
opresores, adinerados y poderosos. Esta Eva resucitada nos obliga a tomando
parte en la historia, como siempre se hizo y como nunca hay que dejar de hacer.
En tiempos donde todo vale lo mismo y donde “la gente” es pensada desde la
televisión y la propaganda, donde la política o es mala palabra entre los de
abajo, o es materia de división fragmentaria de nuestros intereses, la Eva que
resucita Vicente es puro cuerpo, y en esa “sangre y agua de lluvia” se entrega
al horror, a la necesidad y a la justicia de clase, para darle nuevamente
sentido a la lucha y al sufrimiento del pueblo. Vicente nos propone como pueblo
volver por un instante a perdernos en esa noción clásica de amor como una
genuina forma de unidad, en un contexto donde esa palabra salen mucho de la
boca de los políticos peronistas pero siempre en esquivos e interesados
términos. La unidad de clase, militante, popular y humanista de Evita es una
propuesta de reencuentro con lo más visceral y primario de la construcción
política. El rencor como contracara, como la emergencia del fascismo y el
discurso del odio, es una narrativa posible para leer la actualidad
político-mediática nacional y mundial. Así Vicente no le tiene ningún miedo a
“la grieta”, en esta simplificación (maniquea tal vez) Eva es capaz de volver a
enamorarnos y reavivar los mejor de la experiencia popular argentina. Para eso
la resucitó Vicente; para que otra vez ella sea millones entre nosotros, como
en la marcha por Santiago Maldonado.
Fotos y video: Iván Garzón
Link a video del fragmento de la obra
*LA LUNA CON GATILLO: Una crítica política de la cultura
Jueves de 19 a 20.30 horas en vivo por Radio Eterogenia (www.eterogenia.com.ar), la radio del Centro Cultural España Córdoba.
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