Genealogías (o acerca de los modos de sacudirse la modorra de la época)
¿Qué
tiene en común, por ejemplo, el proceso que desemboca en la
revolución cubana a mediados del siglo XX, o la revolución de Mayo
en estas tierras a comienzos del siglo XIX con las actuales luchas
populares de la Argentina del siglo XXI?
Nada.
O prácticamente, nada. ¿Y entonces?
Entonces
la genealogía, o la operación genealógica, que no es más que una
intervención teórico-política sobre el pasado.
“La
verdad es para el pueblo todo aquello que daña a las clases
dominantes”, puede escucharse en el film “Ya es tiempo de
violencia”, en una frase que remite de modo directo a Frantz Fanon,
a la lucha del pueblo argelino por conquistar su liberación, al
respaldo de Jean Paul Sartre a dicho proceso (y
su apoyo a la revolución cubana, cuya imagen quedó estampada en aquella
fotografía en “La Isla”, en donde el pensador francés se
encuentra junto a su compañera Simone de Beauvoir y Ernesto Che
Guevara), pero
también, frase que remite a Federico Nietzsche (“la verdad es una
invención de las clases dirigentes”).
Nietzsche,
ese autor revulsivo rescatado en los años sesenta y setenta por
autores como Gilles Deleuze y Michel Foucault, contra la ortodoxia
marxista, que colocaba al “loco de Turín” del lado del
irracionalismo, ese que supuestamente condujo al fascismo.
“El
genealogista parte de la búsqueda del comienzo, de los comienzos
innombrables”, dice Foucault, quien rescata los mil sucesos
perdidos de la
historia.
No para fundar una tradición (sabemos: la tradición es el pasado que
se impone como autoridad) sino apenas –tal vez- para entretejer un
legado.
La
genealogía, entonces, como operación capaz de remover lo que se
presenta como inmóvil, así sea eso la “tradición
revolucionaria”. Porque la genealogía necesita de la audacia y de
la iniciativa como compañeras de viaje. Necesita, diría, sacudirse
la modorra: la de nosotros mismos, la de la época.
“La
genealogía es gris, meticulosa, pacientemente documentalista”,
insiste Foucault. Y agrega: “exige, por lo tanto, el saber
minucioso, gran cantidad de papeles apilados, paciencia”.
Pero:
¿es posible apelar a la paciencia en medio del instantaneísmo de la
época? ¿Podrá apelarse a un saber de archivista en medio de estos
tiempos de culto de la imagen?
El
siglo XX fue el de los tiempos de la aceleración revolucionaria, qué
duda cabe, pero también, el de la paciencia. La paciencia
vietnamita, la paciencia china, la “paciente impaciencia” de los
sandinistas. La paciencia de avanzar, retroceder, y volver a empezar.
De cero, o casi, muchas veces. Fidel después del Moncada tras la
derrota o Guevara en Bolivia tras la victoria, lo mismo da. “Un
paso adelante y dos para atrás”, decía Lenin…
¿Hay
linealidad en la explicación del jefe bolchevique? Para nada, porque
la revolución no busca transitar por una vía férrea sino hacer saltar
el tren mismo por los aires.
Algo
de eso supo entrever Walter Benjamin cuando insistió en eso de que
había que hacer saltar el “continuum de la historia”.
Benjamin,
el genealogista.
Benjamin,
el que pone en cuestión lo cercano y lo lejano como categorías
puras.
Benjamin,
también, lector de Nietzsche.
Se
busca entonces gestar un sentido histórico efectivo que asuma las
tensiones y se posicione. Que asuma el saber del genealogista como
un saber en perspectiva, situado junto a otras luchas, codo a codo
con las otras dimensiones de la batalla.
“Se
trata de hacer de la historia una contramemoria y desplegar en ella,
por consiguiente, una forma totalmente distinta del tiempo”,
insiste Foucault, parafraseando al Nietzsche que reivindica el olvido
como parte de un saludable presente.
¿Qué
pretende la genealogía entonces? En principio, no ir en la búsqueda
de ninguna raíz o identidad originaria, sino apenas probar algo
mucho más modesto: ligar nuestras rebeldías con las de otros que se
insubordinaron antes.
Recrear
la historia para crear el presente.
Acá, el audio de la editorial en la emisión de La luna con gatillo
Acá, el audio de la editorial en la emisión de La luna con gatillo
La
luna con gatillo: una crítica política de la cultura. Coordinación
Resistir y
Luchar junto a
Resumen
Latinoamericano,
Revista Venceremos
y F.M Riachuelo.
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