martes, 18 de abril de 2017

David Moreno. La larga espera contra la impunidad.



15 años y un día. La larga espera contra la impunidad.
En ocasión del inicio del juicio por el asesinato de David Moreno en Córdoba en 2001, se realizó en la misma ciudad el Encuentro contra la impunidad en el que se encontraron familiares de víctimas de crímenes del Estado en las últimas décadas.

David Moreno es un nombre que abulta la lista de las víctimas del trágico llamado al orden que las fuerzas policiales llevaron a cabo con balas y palos a fines de 2001. David era un niño de 13 años de Barrio Villa 9 de Julio de la zona de Argüello en Córdoba capital. Recién en el presente Abril de 2017 se dio inicio al juicio por su asesinato.
En horas de la mañana, concentrados en Tribunales II de la ciudad de Córdoba, familiares de David, junto a vecinos y vecinas del Barrio Villa 9 de Julio, organizaciones políticas y sociales, participaron de una radio abierta que recuperó testimonios de familiares que llevan adelante causas judiciales cuyo denominador común es tener como responsable principal al Estado. Por la tarde, se realizó un conversatorio en el que se hicieron visibles las desapariciones en democracia, los asesinatos perpetrados por agentes de las fuerzas de seguridad pero gestados en elegantes oficinas y las condenas por portación de rostro.

El vergonzoso juego de la Justicia: la postergación y el desgaste.
“Otra torpeza más, otro papelón de la justicia”, con estas palabras se refirió Rosa, la mamá de David Moreno a la lamentable decisión de los camaristas de la sala de audiencia Cámara 1ra del Crimen de postergar hasta mañana martes 18 de abril a las 9 hs el cuarto intermedio al que llamaron luego del pedido de nulidad en el juicio, solicitada por  la defensa del acusado y autor material Hugo Canovas, al cual también adhirió el abogado que representa a la provincia de Córdoba en la parte civil de la causa.
Frustración y bronca brotaba de las gargantas de los familiares que participaron del Encuentro contra la impunidad realizado en ocasión del inicio del juicio por el asesinato de David Moreno en Diciembre de 2001. Dicho encuentro tuvo lugar en el en el salón del Sindicato Vial en calle 27 de abril al 884 y contó con la presencia de familiares de víctimas de la represión y la desidia del Estado que vinieron desde diferentes puntos del país a acompañar a la familia de David Moreno y hacer eco del pedido de justicia en el día del inicio del proceso judicial.
Memoria y lucha: Responsabilidades políticas y autores materiales; Desaparecidos en democracia y La criminalización de la pobreza y de la juventud fueron los tres ejes que recorrieron los testimonios que, a pesar de las diferencias particulares, unificaron un solo criterio: que las calles son el lugar por excelencia de la lucha contra la impunidad y que el acompañamiento y la movilización colectiva son la mejor estrategia frente a un orden injusto que esconde respuestas, diluye responsabilidades y garantiza impunidad.

El Estado, la Justicia y la bronca mayúscula.
“La justicia es una construcción colectiva” afirmó Celeste Lepratti, hermana de Pocho Lepratti, asesinado en Rosario en 2001, palabras que fueron respaldadas Alberto Santillán cuando afirmó que “lo que ocurrió en Tribunales fue vergonzoso, la justicia que conseguimos la hemos conseguido en las calles, ése y no otro es nuestro lugar de lucha, de ahí no nos tenemos que correr”.
“Son crímenes de lesa humanidad, porque son crímenes perpetrados por un Estado que debería cuidarnos. Son crímenes que no deberían prescribir, porque los que tenemos condena perpetua somos nosotros, nuestra pérdida es perpetua”. Así subrayaba Alberto Santillán la importancia de no olvidar quiénes son los responsables políticos de los asesinatos cometidos por empleados del Estado, remarcó que no alcanza con la condena de quien jaló el gatillo si no se responsabiliza a quienes, en última instancia, son los autores intelectuales de estos delitos.

Presentes en cada lucha.
Conmovedores hasta el agotamiento, los relatos de los familiares también contienen una potente energía que moviliza y enciende una mecha. “Soy la orgullosa mamá de Luciano Arruga, un negro villero que se negó a robar para la policía” finalizó Mónica Alegre, y el estallido de aplausos revivió los latidos de cada choro, villero, piquetero,  negro cabeza, de cada puño insurrecto que se levanta frente a las botas, los votos y las miserias de un sistema que no puede con una masa que no para de desbordársele y rebelársele.

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