lunes, 13 de noviembre de 2017

Entrevista a Gabriela Cabezón Cámara



Escribir literatura puede ser intentar desautomatizar el uso de la lengua que hacen los medios masivos de comunicación”


Por Mariano Pacheco
 
En esta entrevista con La luna con gatillo la autora de La virgen cabeza adelanta de qué se trata su próxima novela, Las aventuras de la china Iron, de próxima aparición.

La virgen Cabeza, primera novela de Gabriela Cabezón Cámara, fue publicada en 2009 por la editorial Eterna Cadencia cuando la autora tenía 39 años. Desde entonces ha publicado, por la misma editorial, Le viste la cara a dios (2012) y Romance de la Negra Rubia (2014).
Alguna vez Cabezón Cámara dijo que más que un trabajo de campo (antropológico o periodístico) se había nutrido de otros textos para componer el ambiente y los personajes de su primera novela y citaba a Cristian Alarcón y a Pedro Lemebel. En otras oportunidades, se refirió a La virgen cabeza como una “opera cumbia”, a Le viste la cara a dios como un libro escrito en octosílabos y a Romance de la negra rubia como una suerte de romancero.

¿Qué lecturas has priorizado o frecuentado durante estos últimos años?
En los últimos años vine leyendo muchísima literatura gauchesca, y eso se terminó expresando en una novela que terminé de escribir hace poco y que saldrá publicada en octubre.
Las aventuras de la china Iron es la historia de la china de Martín Fierro cuando se lo lleva la leva y ella deja los chicos a una pareja de viejos y buenos que hay por ahí en un caserío. La historia cuenta el devenir de la chica esa de 14 años que adopta un perrito con el que se pone a jugar, no puede más de felicidad como nena que es, y con ese perrito se sube al carruaje donde va una inglesa. ¿Viste que al principio de Martín Fierro hay una inglesa que la leva no se la lleva? Bueno, en mi novela la china, como es blanca, piensa que la inglesa es su pariente y cuando la ve que se va le pide que la lleve con ella. Y Liz, la inglesa que está sola, la deja subir con su cachorro y todo y juntas se van a buscar a su marido, al inglés. Tienen que atravesar lo que se daba en llamar desierto (que ya sabemos que no era desierto), y así la china va conociendo el mundo, pero lo va conociendo a través de los productos manufacturados ingleses: la inglesa le ofrece té y la china pregunta qué es, entonces la inglesa le explica que es una hierba que viene de la India y ahí surge la pregunta qué es la India y así se va conociendo todo ese mundo del té, la ropa, el whisky, las sábanas de seda. Así empieza la novela que sigue con ese lanzarse al mundo que se sigue narrando.

Tenemos una larga historia respecto de esto: desde las reescrituras de Jorge Luis Borges hasta El guacho Martín Fierro, de Oscar Fariña, en literatura, pasando por la triste realidad de Santiago Maldonado que permanece desaparecido, en este contexto donde otra vez aparece la figura del desierto, los indios y el exterminio…
Sí, antes que nada hay que volver a decir que lo que hay son personas que están siendo sometidas a un despojo y un robo gigantesco. El libro fue escrito antes de todo esto que estamos viviendo pero de algún modo también contesta a lo que nos pasa hoy.

¿Y qué pensás respecto de la composición formal de tus textos?
A mí me pasa que, en general, le doy mucha importancia a lo más material de la lengua, a cómo suena. Entonces al escribir trato de sentir las palabras como si fueran una música, que vibren en el cuerpo. Si lo siento, para mí está bien lo que está pasando. No me sucede muy seguido, pero bueno, yo no hago andinismo ni algún deporte por el estilo así que está bien. Y otra cosa que me gusta es que todos los registros de la lengua que conozco se pongan en juego en el texto: sea lo que aprendí en la facultad, lo que escucho en el colectivo si va con la radio encendida, lo que vi en la tele (cuando veía tele), cómo me habla el pibe de la esquina que vive en la calle y el cura (no hablo con curas pero si hablara también pondría como hablan los curas). Me gusta que entren todos los registros con la misma jerarquía. Y lo que decía antes: que vibre, que una palabra lleve a la otra. En el caso de La virgen cabeza es el libro en donde todo esto que estoy diciendo se realiza más plenamente. En Le viste la cara a Dios fue distinto porque como el tema era dificilísimo y muy doloroso, tenía el problema de la pregunta: ¿cómo lo cuento? Porque hay un prostíbulo, una mujer secuestrada y violada todo el día contra su voluntad, es decir, torturada salvajemente. ¿Quién lo cuenta entonces? La primera persona, difícil. Porque una persona que está siendo torturada difícilmente pueda elaborar un discurso articulado. Una tercera persona ¿quién sería? Un pajero, sino qué haría ahí viendo todo. Entonces con ese texto en particular recién lo pude hacer funcionar cuando encontré una segunda persona. Es decir, la chica que está secuestrada y está siendo torturada, alienada. Pero alienada como estrategia de supervivencia. Y a la vez, como el texto era muy duro, le puse una base octosilábica que le daba un ritmo, como una musiquita que hacía que pudiera escribirlo. Y una cosa como de oración, de plegaria. Eso era lo que quería lograr: encontrar una voz en donde una persona se hablara a sí misma como si estuviera recitándose una plegaria de supervivencia. Hablar para sobrevivir. Y a la vez a vos, como lector, te interpela directamente, como si eso te estuviera pasando a vos. Y en El romance… traté de jugar con lo mismo del lenguaje y también, rabiosamente, con la política argentina e incuso con la política del arte. Y esta última te diría que es de un lirismo más pausado. Y también es profundamente política. Me meto de lleno y a lo bestia en esta barbaridad que están haciendo de fabricar un terrorista como enemigo cuando encuentran una hoz, unas palas y no se qué otras herramientas más. Lo curioso es que la escribí antes de que estallara todo esto, pero bueno, es un conflicto de larga data así que no es tan curioso si se lo piensa un poco. Y en lo formal, esta última novela tiene un lirismo menos rabioso que las otras, sin por eso perder nada de su rabia y de intentar pensar también la política contemporánea.

***
Mucho más cruda y más realista que La villa de César Aira, La Virgen Cabeza es una novela que zafa de las tentaciones tanto populistas como miserabilistas con que las ciencias sociales en su versión progresista y el periodismo bien pensante han dado cuenta, por lo general, del fenómeno de los barrios pobres de las grandes urbes de este país, sobre todo de Buenos Aires. En ese texto está todo lo que uno puede encontrarse caminando las calles de la urbe conurbanera pero que suele estar fuera de la república de la letras: la religiosidad popular, la diversidad sexual, la droga y el choreo, las cámaras, muros y agentes de seguridad, las ONG’s con gringos que vienen a ver a los nativos, el periodismo empresarial, las putas y los punteros, la violencia y la solidaridad, el rebusque, el peronismo y lo que el peronismo de postdictadura no puede captar. Desde esa lectura le planteamos a la autora que nos convide alguna reflexión sobre el vínculo entre arte y política, o entre literatura y sociedad.

¿Cuál te parece que puede ser la contribución de la literatura para, desde el propio registro de la ficción, contribuir a que la sociedad piense o preste atención a determinados temas presentes en la política y la cultura contemporánea?
Es la pregunta del millón, la de ustedes allá, la de nosotros acá. En primer lugar diría que escribir literatura puede ser intentar desautomatizar el uso de la lengua que hacen los medios masivos de comunicación, que agarran una palabra y le dan un sólo significado. Y nosotros podemos estar ahí para señalar la polisemia y todas las asociaciones que se pueden hacer, y toda la libertad que hay en eso. Parece una pavada, pero es así: haciendo que las palabras signifiquen una sola cosa; que las oraciones tengan una determinada extensión y no otra; que la gramática sea la escolar y nada más, termina pasando que somos hablados por ellos, nos roban la lengua, como si nos colonizaran la cabeza. En principio te diría que estamos peleando contra eso. Después, en lo más claramente referido a los contenidos también. Pero te diría que más importante que los contenidos es esto otro. Y lo importante es eso, que se vea ¿Cómo se lee en un país en donde la mitad de su población gana menos de $15.000 y mantener a veces incluso en familias de tres o cuatro integrantes? La verdad que es difícil comprarse un libro de trescientos o quinientos pesos. Hay que poder pensar maneras de que la literatura llegue más allá del poder adquisitivo de la gente.




*LA LUNA CON GATILLO: Una crítica política de la cultura
Jueves de 19 a 20.30 horas en vivo por Radio Eterogenia (www.eterogenia.com.ar), la radio del Centro Cultural España Córdoba.
Fanzine digital de actualización diaria: https://lepondregatilloalaluna.blogspot.com.ar.

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